Admito que trazar paralelismos es odioso; no obstante cuando se trata de cine me resulta imposible evitarlo. Anoche, sin ir más lejos, no hubo manera de escaparle al recuerdo de Criaturas celestiales mientras miraba Mi verano de amor. De ahí el impulso de presentar a la película de Pawel Pawlikowski como una versión light del recordado título de Peter Jackson. Pero, atención, esta definición es mezquina, cuando no injusta, apenas un síntoma antipático del SCC, síndrome de comparación compulsiva.
Si hiciera falta probar que la realidad supera a la ficción, uno podría señalar que el ahora taquillerísimo director neozelandés se inspiró en un hecho verídico, mientras que el cineasta polaco adaptó una novela. Esta diferencia explicaría porqué en Mi verano… la perversión y la crudeza son reversibles -es decir, alcanzan cierto clímax para luego batirse en retirada- y en cambio en Criaturas… no hay vuelta atrás.
Dicho de otro modo, podríamos pensar que la literatura es más clemente que nuestro mundo cruel, y que por eso lo que en principio calificamos de light no es más que una «licencia poética» (pocas veces tan oportuna la expresión).
Desde esta perspectiva, la diferencia entre desenlaces es una diferencia de registros, no una diferencia estructural. De hecho, ambos films comparten un patrón narrativo similar, que pretende relatar la evolución de una amistad convertida en amor simbiótico, patológico, y por lo tanto nocivo.
A partir de esta misma base, surgen varios puntos en común: el hecho de que las protagonistas sean adolescentes, que pertenezcan a clases sociales distintas, que hagan de su relación un universo paralelo, incluso la fuerte presencia imaginaria de una figura estelar (en un caso son Orson Welles y Mario Lanza; en el otro es Edith Piaf).
Al margen de probadas analogías, Mi verano de amor tiene mérito propio. Primero, porque el guión de Pawlikowski es lo suficientemente elocuente sin ser redundante ni previsible. Segundo, porque su dirección hace gala de un muy buen manejo del suspenso, de la tensión dramática. Tercero, porque las actuaciones brillan, especialmente las de Nathalie Press y Emily Blunt.
Sin dudas, tres muy buenas razones para alquilar este DVD, y sobre todo para empezar a desestimar las conclusiones apresuradas de quienes sufrimos el recurrente, molesto y desafortunadamente irremediable SCC.