De lejos, el mejor momento de Una suegra de cuidado es cuando Charlie y Viola se enfrentan a cachetazos limpios. Será que la escena permite canalizar el deseo reprimido de quienes no toleramos un solo mohín más de Jennifer López, una sola concesión más de Jane Fonda. Será que el intercambio de bofetadas es la única parte más o menos espontánea en una película parida con forceps.
Es una pena. Tal vez de haber existido verdadera química entre Jenny from the Bronx y la ex Barbarella, las cosas habrían andado mejor. Por lo pronto, la película se habría liberado del fantasma de la sobreactuación y de las implicancias negativas de un doble protagonismo poco feliz.
Hay que tener en cuenta que aquí ambas mujeres copan literalmente la pantalla, dejándoles escaso espacio a las graciosas Wanda Sykes y Elaine Stritch. En cuanto al carilindo Michael Vartan, el novio/hijo disputado, apenas queda reducido a la mínima expresión entre las dos divas.
El guión de la novata Anya Kochoff tampoco ayuda demasiado. Apuesta al grito fácil y a gags trillados. Por ejemplo, el episodio de las almendras y el brote alérgico de Charlie, o cuando una sobredosis de somníferos hace que Viola termine de cara contra un plato colmado de guiso latino.
Por si no lo recuerdan, el título original de la película es Monster-in-law. Vaya juego de palabras podría hacerse con semejante engendro más cerca del terror que de la pretendida comedia.
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Nota aparte. Una suegra… fue dirigida por Robert Luketic, responsable de Legalmente rubia, otro producto pensado en función del entretenimiento más básico… y para algunos (¡me incluyo!) tan irremediablemente aburrido.