Después de dedicarles reseñas a Caloi, Maitena y Fontanarrosa, Espectadores no puede dejar de referirse al maestro Quino. De estos cuatro humoristas gráficos argentinos y contemporáneos, quizás sea el más crítico o ácido respecto del mundo en general y de nuestro país en particular.
Tanto se ha dicho de Mafalda, su obra más reconocida, que ya no queda mucho por agregar. A título personal, se me ocurrió reivindicar al personaje que -creo- es el más representativo de nuestra clase media: Susanita.
Aunque querible (en definitiva todos los personajes de la historieta lo son), Susanita evoca lo peor de la burguesía local: preocupada únicamente por sus intereses y por el qué dirán, indiferente a la realidad social que la rodea, pacata, prejuiciosa, chismosa, envidiosa, demagógica, intrigante, jodidita.
Según consta en algunos registros, la primera aparición de esta niña rubia de pelo ondulado y aritos perlados ocurrió el 5 de junio de 1965. A esta altura la hija única de «familia bien» tendría entonces 41 años.
Ya estaría casada, con «hijitos» adolescentes, probablemente viviendo en un country o barrio cerrado, y con casa de veraneo en Cariló o Pinamar. Fiel lectora de las revistas Caras y Gente, no se perdería ningún programa de chimentos, tampoco Gran Hermano y algún otro reality como The swan.
En caso de mirar algún noticiero, protestaría por la inseguridad, apoyaría a quienes exigen mano dura y sería admiradora confesa del Ingeniero Blumberg. Probablemente también criticaría la política «setentista» del Gobierno, y se escandalizaría ante los piquetes de Castells y los cortes anti-papelera.
Sin dudas, Susanita es un exponente irrefutable de nuestro ser nacional. De ahí su vigencia inalterada. De ahí este tributo al insuperable Quino.
Que lo disfruten. 😉
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