La historia es más o menos así. Harta de los golpes que le propina su actual concubino, una joven viuda decide escapar con su hija de 12 años y termina recalando en la casa de su ex suegro. El problema es que el viejo todavía le guarda rencor por considerarla culpable del accidente que mató al hijo de él/esposo de ella. Por eso, además de forzada, la convivencia se encuentra teñida de resentimiento… hasta que la presencia de la niña -nieta hasta ahora desconocida- empieza a recuperar, sanar, fortalecer los lazos de sangre.
Así como cuesta resumirla, a Un amor, dos destinos también cuesta verla. Larga, predecible, plagada de lugares comunes, la película dirigida por Lasse Hallström retoma el escenario de Secreto en la montaña para contar un folletín sobre la solidaridad, el perdón, el hogar y la familia.
¿Qué quedó de aquel director sueco capaz de filmar ¿A quién ama Gilbert Grape?? Al parecer, sólo la predilección por los paisajes montañosos del oeste norteamericano y el protagonismo otorgado a antihéroes, a personajes más bien marginales. En cambio, el cineasta parece haber perdido cierta independencia ante las exigencias propias de Hollywood.
Dicho de otro modo, si aquel recordado largometraje de 1993 suele llamar la atención por su toque distintivo, esta producción de 2005 se destaca por rendirle honores a la maquinaria del mainstream. De hecho, por un lado propone un melodrama sentimental con final feliz, que de paso explota una visión romántica de los farmers. Por el otro, recurre a actores de trayectoria como Robert Redford y Morgan Freeman y a una estrella en imparable ascenso, la multifacética (¿?) Jennifer López, todos garantes del éxito taquillero.
¡Ah! También hay un oso dando vueltas. Sus intervenciones permiten trazar un claro paralelismo entre la conducta del animal y el comportamiento del mencionado suegro arrinconado entre el dolor y la intransigencia.
Efectivamente Un amor, dos destinos lo tiene todo: una mujer golpeada decidida a liberarse de su calvario; un viejo herido por la muerte de su hijo; una niña huérfana capaz de ganarse el afecto de su abuelo; un cowboy negro tullido; un policía dispuesto a enamorarse de una forastera con antecedentes complicados; y hasta un plantígrado dispuesto a perdonar. En síntesis, una combinación igual de forzada que la convivencia que se pretende contar.