Gracias a la fuerte promoción mediática -y por supuesto a la clara alusión bíblica- sabemos de antemano que Babel es una película sobre la incomunicación entre los seres humanos. Además, conocemos detalles sobre el elenco «internacional», sobre «la mejor actuación» de Brad Pitt, sobre la «conmovedora música» de Gustavo Santaolalla y sobre «las probabilidades» pro-Oscar. Sin dudas, las expectativas son muy altas. El problema es que los temores también.
En definitiva, quienes disfrutamos de Amores perros y de Los tres entierros de Melquíades Estrada tenemos derecho a inquietarnos cuando vemos a los mexicanos Alejandro González Iñárritu y a Guillermo Arriaga tan lejos de Dios y tan cerca de Hollywood. Por lo pronto, no quisiéramos que director y guionista siguieran los pasos del compatriota Alfonso Cuarón o al menos el ejemplo de su última producción.
Por suerte, la talentosa dupla sortea todos los riesgos, y ofrece un film no solamente impecable en términos formales, sino también consistente y comprometido en cuanto a contenido. Por eso, aún cuando aplica una fórmula harto probada (el famoso rompecabezas espacio-temporal), aún cuando aborda un tema poco original (la irremediable incomprensión entre los hombres), igual se las arregla para deslumbrar, cautivar y emocionar.
Así, una vez más, Arriaga hace gala de su maestría a la hora de de/construir relatos por momentos paralelos, por momentos confluyentes, por momentos inconexos. Nunca pierde el hilo narrativo; tampoco cae en la resolución forzada, facilista o demagógica.
Por su parte, González Iñárritu plasma ese efecto de simultaneidad con una cámara atenta al todo y a las partes de la historia. De ahí que los espectadores podamos concentrarnos en los distintos escenarios -Marruecos, Japón, Estados Unidos y México- y al mismo tiempo alcanzar una visión global. De ahí que absorbamos gestos y palabras de los personajes entrecruzados.
Por supuesto, el mérito es también de los actores, cada uno absolutamente creíble en su rol. La prensa elogia en especial a Brad Pitt, Gael García Bernal y Cate Blanchett; a título personal prefiero hacer hincapié en la entrega de los desconocidos Adriana Barraza (Amelia), Rinko Kikuchi (Chieko) y el niño Boubker Ait El Caid (Yussef).
De todos modos, Babel supera la definición de «buena película». Probablemente su aspecto más interesante sea la oportunidad que nos brinda para reflexionar sobre nuestra incomunicación. Fenómeno que no puede/debe circunscribirse a una cuestión exclusivamente idiomática, sino que se genera a partir de diferencias económicas, sociales, culturales y que crece alimentado por la ignorancia y los consecuentes prejuicios.
Sin dudas, una observación que va más allá del cine. Sobre todo, una observación que va más allá de expectativas y temores.