Los gatos

Los gatos (a falta de imágenes de la obra, la portada del libro)Vi Los gatos en 1993. Un privilegio, tenerlo tan cerca a Héctor Alterio. Todo un hallazgo, descubrir al español Paco Casares, desconocido en este lado del Atlántico. Impresionante, la forma en que ambos actores encarnaban a dos viejas intolerantes, representantes de una España santurrona, tirana, falangista, a esta altura anacrónica.

Como pocas veces, la obra escrita por Agustín Gómez Arcos y dirigida por Carmen Portaceli logró abstraerme por completo del entorno teatral (butacas, luces, telones, público) para hacerme entrar «de lleno» en escena. Como si hubiera dejado de formar parte del espectáculo, en tanto mera espectadora, para convertirme en testigo involuntario de una convivencia nefasta, escalofriante, opresora.

Escrita (e inmediatamente censurada) en 1965, Los gatos retrata a la dictadura franquista, personificada en Pura y Ángela, señoronas mezquinas, hipócritas, censoras, resentidas que comparten una casa detenida en el tiempo. El único ruido que llega del exterior es el maullido de unos gatos hambrientos y enfermos, tan rabiosos como las protagonistas.

El texto de Gómez Arcos apela a un humor negro y corrosivo sin concesiones ni piedad. Por su parte, la puesta en escena de Portaceli apuesta principalmente al histrionismo de los actores, a ese juego masculino-femenino que realza el tono paródico, burlesco, sórdido de la propuesta. De ahí que prácticamente no haya cambios de ambientación ni de vestuario. De ahí que todo el peso de la obra recaiga sobre los hombros de los estupendos Alterio y Casares.

Buscando información en la Web, caigo en la cuenta de que Los gatos nunca fue repuesta luego de aquel estreno de 1993, ni aquí en Argentina ni en la madre patria. Es una pena: imagino que aún hoy, cuarenta años después de su lanzamiento, mantendría su vigencia, su vigor, su pertinencia a la hora de mostrar las filosas (a veces mortales) garras de la felina Derecha.