El gran truco

El gran truco

Magia y cine; cine y magia. Dupla a veces artística, a veces meramente redituable, a veces banalizada y desperdiciada. Este año, Hollywood les concedió protagonismo a los prestidigitadores, hace tiempo relegados a papeles secundarios. De ahí el estreno casi simultáneo de El ilusionista y El gran truco. De ahí la apuesta a una época relativamente lejana (los albores del siglo XX), tironeada entre el avance de la ciencia positivista y la vigencia de ciertas creencias metafísicas y esotéricas.

Dos productos pensados para cautivar, entretener, asombrar. La magia como garantía de sorpresa absoluta, de toque inesperado, de remate devastador. Sin embargo, la fórmula falla en el film de Chritopher Nolan. Primero porque -permítanme la metáfora- saca de la galera conejos demasiado grandes, burdos, sobrealimentados (¿serán cobayos?). Segundo porque, contrariamente a lo que los magos y especialistas de otros rubros suelen llamar «secreto profesional», aquí abundan las explicaciones, las recetas, las revelaciones.

Habría que leer el libro de Christopher Priest para saber si su historia es tan larga y rimbombante como el guión escrito por los hermanos Nolan, o si simplemente se trata de una mala adaptación cinematográfica. Por lo pronto, una cosa es segura: este largometraje parece basarse en la telenovela de la tarde antes que en una obra literaria.

Cuesta justificar este punto de vista cuando uno se niega a contar detalles de la película por respeto a quienes todavía no la vieron. Me limito entonces a mencionar escuetamente el monólogo final de Robert Angier/Hugh Jackman como botón de muestra de una propuesta obvia, redundante, incluso tirada de los pelos dadas las circunstancias.

Que quede claro: me gustan los folletines cuando están bien explotados. Pero en este caso eso no sucede. De hecho, por momentos da la sensación de que estamos ante una parodia. ¡Si hasta la caracterización de David Bowie como Nikola Tesla parece inspirada en nuestro excéntrico Roberto Galán!

Qué decir de las interpretaciones… Jackman se ve muy bonito, aún mejor que en la recientemente comentada Scoop, pero nada más. Christian Bale, sin duda talentoso en términos actorales, se presenta como desconectado de su personaje (probablemente el guión de los Nolan no lo haya convencido demasiado). Y en cuanto a Scarlett, hace lo que puede teniendo en cuenta que su Olivia Wenscombe parece insertada a la fuerza, como para incluir una estrella más en el elenco (después de todo, quién puede resistirse a semejante trío bello, joven e internacional).

Hace un lustro, los hermanos Christopher y Jonathan nos dejaban boquiabiertos con un guión original y cautivante plasmado en la inolvidable Memento. ¿Qué queda de aquella energía, de aquella osadía, de aquel espíritu innovador? Un pase por aquí; otro por allá. El gran truco mediante, la promesa se esfuma y en su lugar se impone el triste reverso: un gran fiasco.