Big love

Big loveÉchenles la culpa al destino y a sus bromas pesadas. Lo cierto es que resulta llamativa la coincidencia entre el estreno de Big love y la masacre ocurrida en el colegio amish de West Nickel Mines. Después de todo, la cobertura mediática sobre el ataque perpetrado por Charles Roberts parece haber opacado el brillo de una serie igualmente dispuesta a confrontarnos con la cultura menonita*. Así, una vez más, la realidad supera a la ficción.

La serie emitida por HBO y producida por Tom Hanks va por su segundo episodio. A esta altura del partido, todavía juegan a favor las expectativas generadas por una propuesta que se pretende desestabilizadora. Al menos en plena instancia de descubrimiento, uno realmente confía en que el programa sabrá eludir la tentación de vendernos una visión pacata de la poligamia.

Sin embargo, el miedo existe, para qué negarlo. Por un lado, no sería la primera vez que un proyecto televisivo promete patear el tablero, y termina convirtiéndose en una telenovela de apariencia innovadora pero con fondo absolutamente conservador y convencional (con The L word basta y sobra).

Por otro lado, eso de que la promoción de la serie mencione la palabra «infidelidad» suscita cierto resquemor. Por lo pronto, los espíritus escépticos y mal pensados podremos contemplar la posibilidad de que el planteo de la poligamia quede circunscripto al terreno erótico del intercambio de parejas.

En tercer lugar y a título personal, debo confesar mi habitual temor a los estereotipos. Desde esta perspectiva, la caracterización de las tres esposas puede resultar un tanto urticante. Ojalá las desventuras del protagonista no se reduzcan a una simple confrontación con tres categorías de mujeres: la racional y reprimida, la compulsiva e insatisfecha, la inexperta e insegura.

Para terminar, un último apriori relacionado con la figura de Hanks. Me cuesta creer que este actor emblemático del statu quo hollywoodense tenga algún talento oculto como productor. Con esto no busco desmerecer su innegable capacidad para generar prensa y dinero, pero sí me permito dudar de su eventual aptitud para la verdadera transgresión.

En fin… Supongo que, igual que con la versión local de Amas de casa desesperadas, aquí también habrá que esperar. Como todo gran amor, la nueva propuesta de HBO exige una buena dosis de paciencia y confianza. Eso sí… ¡Por favor que la realidad no vuelva a deslucirla! 

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* «Amish» y «menonita» no son sinónimos. De hecho, los amish se apartaron del culto menonita, un poco como los protestantes del culto católico. Sabrán entonces disculpar que este post recurra a cierta «licencia poética» que permite hacer un uso indistinto de ambos adjetivos.