Algo es seguro: el cine oriental no se anda con chiquitas. Por si cabe alguna duda, basta con mirar Dumplings para sentir la bofetada directa sobre nuestras edulcoradas mentes occidentales. Esta vez el golpe duele más que de costumbre, porque da justo en el rostro de una sociedad -la nuestra, casualmente- obsesionada por la belleza y la juventud eternas.
Si al auge de los regímenes y las cirugías estéticas ahora le sigue el furor por la reparación del himen, uno tiene todo el derecho de preguntar(se) “¿y después qué?”. ¿Qué recetas, métodos, rutinas implementaremos para evitar la llegada de los tan temidos 40, 50, 60, 70 años? ¿Qué barreras estaremos dispuestos a violar con tal de aferrarnos a una cara sin arrugas y a un cuerpo sin flacidez? Según esta película, absolutamente todas, hasta la más primaria, instintiva y fundamental.
En pocas palabras, Fruit Chan imagina lo peor, lo más abyecto. De qué otro modo calificaríamos a la dieta de estos particulares “dumplings”, especie de ravioles rellenos con fetos humanos que la enigmática cocinera Mei prepara para la adinerada Sra Lee. Cómo definir la tiranía de una estética que exige la adopción de prácticas infanticidas y caníbales.
Al margen de lo revulsiva que pueda resultar, la alegoría gastronómica resulta interesante no sólo por su significado social sino también político. En este sentido, una de las joyitas del film es el discurso de Mei sobre el rol del canibalismo en la historia del Lejano Oriente, principalmente de China y Japón.
A tono con la idiosincrasia del cine hongkonés, al menos del que llega a estas latitudes, Chan trabaja sobre todo con las cámaras y con la banda sonora antes que con los parlamentos de sus personajes. Así, el juego de imágenes (a veces entrecortadas, a veces fuera de foco) y el aporte de una música inquietante son los verdaderos responsables de manejar el suspenso, la tensión y el horror del relato.
Los actores, por su parte, se lucen más por su gestualidad que por lo que efectivamente dicen. Entre ellos se destaca Ling Bai, perfecta en el papel de la cocinera inescrupulosa, imperturbable, embrujada.
Irónica, provocadora, escalofriante, Dumplings hace gala de otra gran virtud: sabe inspirar terror sin necesidad de apelar a los recursos más comunes (efectos especiales, cuestiones esotéricas). Al fin y al cabo, para qué meterse con lo sobrenatural habiendo tanta monstruosidad humana por explotar.