Difícil tarea, la de abordar tremendo personaje histórico desde el humor. Dicho de otro modo, ¿hasta qué punto podemos reírnos de Adolf Hitler? ¿Cómo hacer para obviar lo que este nombre/hombre representa, y entregarnos a un ejercicio de ficción que en definitiva ridiculiza a la barbarie? Créase o no, George Tabori lo hace posible en Mein Kampf, una farsa, pieza teatral capaz de mostrar el costado grotesco, vulnerable, absurdo del Führer sin por ello faltar a la (siempre necesaria) conciencia histórica.
Que conste: Tabori es un tipo excepcional. Dramaturgo húngaro de origen judío, combatió contra el nazismo y, después de haberse instalado en los Estados Unidos, contra el maccartismo. Fue amigo de Chaplin; quizás por eso su obra parece rendirle homenaje a la paródica El gran dictador.
De hecho, al margen de las diferencias entre la película filmada en 1940 y esta propuesta escrita en 1987, las intenciones de sus autores fueron más o menos las mismas: desmitificar al monstruo, desnudar su fondo prejuicioso y contradictorio, exagerar sus ademanes sobreactuados.
Tuve la oportunidad de ver la adaptación local de Mein Kampf, una farsa hace algunos años. Estrenada en el Teatro San Martín, la puesta en escena fue responsabilidad del multipremiado Jorge Lavelli y el rol protagónico quedó en manos del casi irreconocible Alejandro Urdapilleta.
Recuerdo con lujo de detalles la excelente caracterización del joven Adolf antes de convertirse en Hitler a secas. Las palabras y gestos grandilocuentes aparecían como los síntomas de una conducta obsesiva y paranoide. La interacción con un compañero de pieza judío* (Herzl, convincentemente interpretado por Jorge Suárez) servía de excusa inmejorable para insinuar la arbitrariedad de los postulados arios y antisemitas.
Urdapilleta encarnaba perfectamente al pichón de Führer. Su interpretación iba más allá de la mera caricatura para sacarle todo el lustre al texto de Tabori.
Así, en un abrir y cerrar de ojos, el teatro nos demostraba lo impensable (¿lo imperdonable?): que efectivamente -al menos hasta cierto punto- podemos reírnos del mismísimo Adolf Hitler.
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* Por si cabe alguna duda, no está de más aclarar que esta obra recrea los años previos a la publicación de Mein Kampf o Mi lucha, libro que Hitler escribió mientras estuvo preso por haber liderado un intento de golpe de Estado en 1924. Cuenta la leyenda que, antes de dedicarse a la actividad política, el fundador del nazismo vivía en la miseria más absoluta, tanto que un hombre judío le habría regalado su sobretodo para que se protegiera mejor del frío a la hora de dormir en la intemperie.