Hoy Buenos Aires se viste de estreno. Por cábala, debería bloquear las neuronas, atarme las manos. No pensar, ni imaginar, ni leer, mucho menos escribir. Limitarme a calmar la ansiedad. Y aprender a esperar.
Sin embargo, en cuanto descubro este afiche, el rojo profundo, la tipografía negra, la mirada profunda echan por tierra cualquier reparo. Y entonces, en un arrebato loco y desenfrenado, recurro a este blog para confesar -y porqué no exorcizar- mi admiración ciega, histórica e inalterable.
E inmediatamente empiezo a contar los días que me separan de volver…
… a mi adorado, don Pedro Almodóvar.