Al margen de la eterna discusión sobre calidad artística/mediática, siempre creí en la existencia de un cine que «hay que ver» más allá de la evaluación que podamos hacer sobre aspectos técnicos, estéticos y narrativos. Me refiero a esos films cuyo valor informativo, testimonial, concientizador supera cualquier intención de análisis exclusivamente cinematográfico. Precisamente éste es el caso de El noveno día, largometraje decidido a retratar el rostro menos difundido de la babarie nazi.
Fundamentalmente, esta película habla de otro grupo humano víctima de los campos de concentración, además de los judíos: el conformado por sacerdotes católicos, miembros de la Resistencia o manifiestamente opuestos a la dictadura del Führer. De hecho, a partir del relato autobiográfico del padre Jean Bernard (bautizado Herni Kremer en la ficción), Volker Schlöndorff recrea el vía crucis de uno de los curas deportados al infierno de Dachau.
Así, y un poco como Costa Gavras en Amén, el realizador alemán muestra las dos caras de una misma moneda o, mejor dicho, de una misma Iglesia: la de quienes lucharon contra el despotismo hitlerista, y la de quienes colaboraron o hicieron la vista gorda ante las atrocidades cometidas.
Sin embargo, Schlöndorff se diferencia de su colega griego en cuanto propone un abordaje histórico más contundente y menos maniqueo. En otras palabras, en comparación con su antecesora, la producción germano-luxemburguesa es, por un lado, más brutal (pienso, por ejemplo, en la escena de crucifixión) y, por el otro, más matizada o menos estereotipada (pienso en la caracterización de algunos personajes, por ejemplo, la del obispo de Luxemburgo).
El largometraje también se destaca por las actuaciones. Para empezar, cómo no mencionar a Ulrich Matthes, quien -paradoja cinematográfica mediante- supo estar del lado de los victimarios cuando encarnó al incondicional Joseph Goebbels en La caída, y ahora se convierte en víctima, en el mencionado Kremer. Por otra parte, está August Diehl, que ofrece una muy buena composición de Herr Gebhardt, representante fanático, perverso y despiadado de la burocracia nazi.
Cuando hace más de un año se estrenó en las salas locales, El noveno día provocó una seria discusión entre los críticos argentinos. Algunos cuestionaron el sadismo de ciertas escenas; otros se preguntaron sobre la «utilidad» de volver a filmar sobre el nazismo… Hoy a la distancia, la propuesta de Schlöndorff no sólo se mantiene abierta al debate, sino que convalida la necesidad de que efectivamente existan películas cuyo valor informativo, testimonial, concientizador supere la cuestión exclusivamente cinematográfica.