En principio, hoy sábado al mediodía tendrá lugar el anuncio oficial de los ganadores de la 14ª edición del Buenos Aires Festival de Cine Independiente. En cuestión de minutos, Internet se encargará de difundir la lista de los realizadores premiados. Por eso quien suscribe se declara de antemano derrotada en la carrera por la «primicia», y en cambio se dispone a aprovechar el último fin de semana baficiano para ver cinco películas agendadas, entre ellas la de clausura: L’enfant d’en haut de Úrsula Meier.
Hasta el martes o miércoles próximos, Espectadores seguirá publicando reseñas de los largometrajes cubiertos en esta entrega. El presente post, en cambio, se pliega al clima de cierre con un (infaltable) balance.
Horas antes de la mencionada conferencia de prensa, bien vale empezar por resumir las preferencias que en ocasiones deslizamos de manera más o menos explícita: Nana, Tomboy y Snowtown para la competencia internacional; Salsipuedes y Masterplan para la competencia nacional (lamentablemente vimos menos candidatas de las que hubiéramos querido).
Fuera de concurso, aplaudimos Everybody in our family (suscripta a la categoría Álbum Familiar), Les éclats (ma gueule, ma révolte, mon nom) y OK, enough, goodbye de la sección Cine del Futuro, Vol spécial en el tributo dedicado a Fernand Melgar, Kid-Thing en el apartado sobre los hermanos Zellner, Las pibas de Raúl Perrone en la categoría Trayectorias y la función especial de Escuela Normal de Celina Murga. Gracias a Errantes y a La multitud, también celebramos la novedosa categoría Odiseas del Espacio.
En contra de los elogios generalizados, no nos gustaron las argentinas Los salvajes ni La araña vampiro. Tampoco supimos valorar la boliviana Los viejos ni la norteamericana Crazy and thief. Por otra parte, la mexicana Los últimos cristeros nos hizo sudar la gota gorda.
Mención aparte merecen los cortos institucionales y los spots publicitarios proyectados antes de cada película. El mensaje de despedida que filmó Delfina Castagnino y el comercial de Citroën hartaron a la tercera repetición.
Este año, Espectadores asistió a funciones programadas únicamente en el shopping Abasto. La impuntualidad en el inicio de algunas proyecciones y desprolijidades técnicas varias volvieron a generar roces entre críticos y empleados del complejo Hoyts. Como de costumbre, unos y otros hicieron gala de sus malos modos (entre los segundos, los patovicas que controlan el ingreso y egreso del público suelen destacarse por su prepotencia).
Más allá de los pequeños tropiezos, la 14ª edición del BAFICI satisfizo las expectativas de quienes año tras año asistimos a esta «amable costumbre del otoño porteño» (Hernán Lombardi dixit). Ya pensamos en la próxima entrega para mitigar la pena que sentimos ante el cierre inminente.
Espectadores 
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